Hace un año que iniciamos la aventura de Zinkdo. De hecho, aventura no es la palabra, le hace sonar al proyecto como algo amateur y poco reflexionado, una historia más de emprendeduría en digital. Y fue todo lo contrario.
Cuándo iniciar la empresa, teníamos claras una serie de cosas que debería tener nuestro proyecto en común. Nos conocíamos desde hacía muchos años y teníamos una visión común que no hacía falta especificar, estaba clara. Pero aun así invertimos varios meses en explorar lo que esperarían de nosotros nuestros futuros clientes, lo que hacían muy bien competidores y posibles colaboradores, y lo que otros sectores distintos al nuestro estaban apuntando.
Parecía que todo el mundo estaba empeñado en realizar proyectos tan grandes como se pudiera y marcar su territorio con etiquetas. Algo muy diferente a lo que nuestras entrevistas con potenciales clientes nos decían. Ellos querían proyectos ágiles. No querían intermediaciones inútiles. Querían aprender y ser autónomos a largo plazo. Y les daba igual si lo llamábamos consultoría o agencia. Querían resolver sus problemas, alcanzar sus objetivos. Y todo esto de forma continua.
Y si nos creíamos lo que íbamos a predicar, lo primero que tenía que ser ágil era nuestra empresa. Creamos metodologías de trabajo, pero suficientemente flexibles como para que nos sean útiles en lugar de encorsetar nuestros proyectos. Definimos servicios, pero también de una forma amplia, de cara a ir moldeándolos en función de las demandas reales. Eso sí, decidimos muy claramente lo que no íbamos a hacer nunca. Tanto como servicio, como en prácticas empresariales. Así creamos nuestro espacio diferencial.
Y teníamos tan claro que teníamos algo potente entre manos, que nos decidimos a ponerlo en marcha en el peor año de la crisis, cuando muchas empresas del sector estaban despidiendo o cerrando.
Un año más tarde veo que lo que tenemos es una empresa. No sólo una historia de emprendedores. Una empresa que ofrece servicios que sus clientes recomiendan a nuevos clientes, con unos empleados que comparten esta visión (no ha sido fácil, os lo aseguro). Que nos da esa calidad de vida que soñábamos, calidad de vida no es apagar el ordenador a las seis sino hacer lo que quieres hacer, y saber que lo que haces importa y cambia la vida a algunas personas.
Emprender está muy bien. Pero tener una empresa es más que eso. Hay que llevar las ideas a término, poner patrimonio, crear algo interesante para que otras personas confíen en ello y que otras quieran sumarse al proyecto. Startup, aventura y emprendeduría dan un aire de persona que se lanza a montar su sueño. Empresario podría sonar a algo anticuado… todo lo contrario. Para mí un empresario es una persona que ha conseguido materializar su sueño y lo mantiene día a día, emprende cada día, no sólo sobre un canvas.
Edit: de todo se aprende y después de casi cuatro años de aventura, he decidido pivotar el proyecto, retomar las ideas esenciales y montar una empresa que una las necesidades que me han ido comentando los clientes a lo largo de estos años con una forma de hacer en la que priman las personas: NORDIA.
Grande Pepe (ahora se lo estoy diciendo tambien a Victor), felicitaciones por el primer cumple de un éxito mas que merecido. Cheers! 😀
¡Abrazo grande!
Mil gracias Mando!!!!
Con amigos como tu a nuestro lado se nos ha pasado volando 🙂
Un abrazo!
Vaya, ¡un año ya! Mis felicitaciones a todos, da gusto ver y leer vuestros éxitos. Os complementáis y, eso, hace que Zinkdo sea fuerte. Ahora, camino de ser grandes, sólo os queda no olvidar aquello que os hizo fuertes.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario (y por el consejo).
Un abrazo, Montse!
Enhorabuena por vuestros éxitos y por haber pasado de emprendedores a empresa, un gran logro hoy en día, sin duda, pero lógico y normal en profesionales de primer nivel como vosotros. Como bien dices, con un buen equipo para compartir y aprender los avances son extraordinarios (habiendo elegido bien!). De momento, soy emprendedora pero sí, cuando sea mayor, también quiero ser empresaria 🙂
Guau! Mil gracias por tus comentarios … muy sonrojado 🙂
Al final es un tema de actitud y voluntad, no tanto de tamaño.
Un abrazo,
Pepe
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